La movilidad como atracción en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929
Tras muchos retrasos y dificultades, con una guerra de por medio y 14 años después de su antecesora en San Francisco, se inauguraba en mayo de 1929 la Exposición Internacional de Barcelona, dedicada a la industria, los deportes y el arte.
La idea original, presentada una década antes, había tenido como protagonista a la industria eléctrica y aunque el espectáculo de luces y la electricidad siguieron teniendo un papel fundamental, habían dejado de ser novedosos.


El poder alienante y falsificador de la la luz transformaba – y sigue transformando – durante unas horas la realidad del público que visitaba los nuevos “templos” donde se encontraba. Las modernizantes exposiciones universales son un claro ejemplo del “engaño” e ilusión de la luz.
Barcelona, con unos cuantos años de diferencia, se unía por fin en 1929 a las grandes capitales del mundo en las que la fascinación por la luz y la democratización de las nuevas formas de movilidad habían cambiado para siempre su paisaje urbano.


Por otra parte, la Exposición imprimió un cierto aire monumentalista y hasta “españolista” y “monárquico” a la ciudad y al gran desarrollo de infraestructuras que supuso. Uno de los ejemplos más claros lo tenemos en el “Poble Espanyol”, que había sido polémico ya desde antes de su inauguración.


La Exposición Internacional de 1888 había generado nuevos espacios, con el actual Parc de la Ciutadella como centro neurálgico. La de 1929 ofrecería a los barceloneses una montaña de Montjuïc nueva, moderna y repleta de nuevos equipamientos.
Montjuïc había sido escogida finalmente como escenario de un evento que había casi triplicado el área de la primera Exposición y que presentaba un nuevo reto en cuestiones de movilidad, ya que no solo había que transportar al público hasta la montaña, con un terreno muy accidentado y lleno de desniveles, sino que también era necesario facilitar la movilidad de las personas dentro de un recinto tan extenso.
En este artículo, comentaremos algunas de las interesantes soluciones adoptadas y que constituían por sí mismas una importante atracción.
El “tapis-roulant”
El “tapis-roulant, expresión que se mantiene en francés, era también conocido como”trottoir roulant” o “moving sidewalk” en inglés. Se trataba de una cinta transportadora muy parecida a las que, por ejemplo, vemos hoy en día en los aeropuertos.
El primer “tapis-roulant” fue instalado en la Exposición Internacional de Chicago de 1893. Sin embargo, el que causó verdadera sensación fue el “trottoir roulant” conocido como “la Rue de l’Avenir” en la Exposición Internacional de París de 1900 e inmortalizado cinematográficamente por Thomas Edison.

El funicular de Montjuïc fue inaugurado el 24 de octubre de 1928 y se instaló un “tapis-roulant” en su estación inferior, en el cruce de la calle del Marqués del Duero con Conde del Asalto. Esta instalación única en Barcelona contaba con 75 metros de longitud. Construido por la empresa Otis-Pifre, era el más largo de Europa.







Si el “trottoir roulant” parisino había causado varias mutilaciones en manos y pies a sus pocos acostumbrados usuarios en 1900, motivando su cierre temporal, el de Barcelona solo había provocado algunas caídas. Antes de que acabara la instalación del “tapis” barcelonés, el diario La Publicitat se preguntaba acerca de la seguridad del sistema. Una vez inaugurado, llegaron a extenderse ciertos rumores sobre su peligrosidad que tuvieron que ser desmentidos por la propia compañía del Funicular.


Franz Koehler, periodista alemán, visita la Exposición en 1929 y escribe un artículo para el diario Bienrichier Tagespost que La Vanguardia publica traducido en su edición del 9 de octubre.
Comenta Koehler sobre la escalier roulante: “Nosotros, los de las grandes ciudades, ya nos conocemos el truco, pero nos divierten muchísimo los ingenuos provincianos para quienes esta clase de escaleras movedizas es algo diabólico y su espanto llega al colmo al darse cuenta de que la barandilla, a la que se agarran miedosamente, también se mueve.”
Por tan solo 20 céntimos, la emoción del transporte como atracción estaba asegurada.
Escaleras mecánicas
Las escaleras Jesse Reno, instaladas en el parque de atracciones americano de Coney Island en 1896, están consideradas como las primeras del mundo. En 1900 la Exposición Universal de París contaba con cuatro escaleras mecánicas, incluyendo una Reno.

Podemos imaginar pues que en 1929, este mecanismo había dejado de ser una rareza en las capitales y principales centros urbanos de países como Estados Unidos, Francia o Alemania aunque continuaban ejerciendo una gran fascinación sobre el público. Barcelona, ciudad moderna y modernizadora, se preparaba para contar con las suyas propias.
Las escaleras mecánicas, apuntaba el sociólogo alemán Sigfried Kracauer, constituían una excelente representación simbólica de la ascensión social. Así, las exposiciones universales eran el escaparate perfecto de la burguesía para promover el orden -ascendente- de la propiedad y la producción.
Parece ser que las primeras escaleras mecánicas instaladas en España fueron las de la Exposición Regional de Valencia de 1909, aunque en realidad se trataba de un “tapis-roulant” inclinado. El uso del nuevo prodigio mecánico costaba diez céntimos, un precio solo asequible para algunos bolsillos .

La Exposición Universal de Barcelona en 1929 contó con al menos dos escaleras para salvar el desnivel entre sus principales espacios. Asimismo, la estación del funicular estaba dotada de escaleras que se anunciaban como gratuitas, a diferencia de las del recinto de la exposición, que eran de pago.



Estas escaleras, también llamadas “escaleras roulantes”, una de las cuales se encontraba junto al palacio de la Reina Victoria, salvaban un desnivel de 27 metros en tres tramos y tenían una capacidad de 8.000 personas por hora.
Aunque las tarifas para usar las escaleras de la exposición resultaban caras, existían precios especiales para soldados, obreros y niños de la cercana Escola del Bosc.


En la Barcelona moderna de 1929, y aunque de forma más modesta que en otras urbes, este mecanismo de ascensión dirigía a las masas a un lugar escogido por el poder económico donde encontrar un nuevo universo industrial y cultural para consumir y con el que soñar.
La ilusión comenzaba ya en las estaciones del funicular, donde también se instalaron escaleras mecánicas. Un artículo de prensa aparecido en julio de 1929 menciona la inauguración de una escalera mecánica “toda de caoba” que salva un desnivel de 8,50 metros dando “la sensación de gran riqueza y comodidad”.

Tras la exposición, una de las escaleras, fue colocada en la estación de Aragón del Gran Metro, actual Passeig de Gràcia en 1932. Dado el carácter indeformable de la estructura, para su instalación se tuvo que destruir la delicada armonía de la estación y la policromía de mosaico del piñón de la bóveda del túnel del lado de la Diagonal.
(Ver Gran Metropolitano de Barcelona,estación Aragón)
Barcelona se convertía pues en la primera ciudad del Estado que contaba con unas escaleras mecánicas en una estación. Aunque Madrid había aprobado planes para instalar una en la estación de Tribunal en 1935, los madrileños habrían de esperar hasta 1961 para disponer de este mecanismo en una estación de metro.
En el ámbito privado, los Almacenes SEPU tenían escaleras mecánicas en varias ciudades ya desde su inauguración a mediados de los años 30. Las del SEPU zaragozano se encuentran en la actualidad expuestas en un patio interior.


Curiosamente, y poco después de la clausura de la Exposición, las escaleras mecánicas pasaron por los tribunales de justicia debido a una querella contra el Marqués de Foronda sobre su concesión en el evento internacional. El aviso de procesamiento fue revocado en enero de 1934.
La fascinación por el transporte inclinado ha continuado hasta nuestros días, como demuestra la gran cantidad de barceloneses que en marzo de 1992 se acercaron a Montjuïc para estrenar las escaleras mecánicas olímpicas.

Divididas en 20 tramos, su capacidad, según la prensa de 1992, era de 27.000 personas por hora, frente a las 8.000 de 1929.

62 años después de la Exposición Internacional, Montjuïc volvía a recibir la ilusión de la movilidad mecánica.

Electrocars
En abril de 1929, los manresanos se sorprendían al ver en los trenes de la línea del Norte que salían para Barcelona una serie de máquinas y coches eléctricos destinados a su Exposición.
Los “electrocars” o carretillas eléctricas, ideados por la empresa Vicente Ribas, formaban parte del transporte de recreo dentro del recinto. Contaban con una capacidad de 9 a 12 pasajeros, funcionando con una manivela a modo de volante en su parte delantera.



El recorrido efectuado por los electrocars en el recinto de la exposición duraba una hora aproximadamente y el precio del billete era de 29 céntimos.



Ferrocarril en miniatura
Una de las principales atracciones en cualquier parque de diversiones era desde hacía décadas el tren en miniatura. En Barcelona podemos mencionar, por ejemplo, el que había en el Saturno Parc y el más panorámico – tipo Scenic Railways- del Hotel Florida en el Tibidabo.
El “placer melancólico” de ver todo aquéllo de lo que se está separado , ejemplificado por una exposición eminentemente comercial y envueltos por el ruido del tren, era un deseo por el que se pagaba felizmente.
La Exposición Internacional de Barcelona, al igual que la Iberoamericana que se celebraba en Sevilla por las mismas fechas, contaba con un tren tipo Liliput para rutas planas. Con un recorrido de unos 2.100 metros, los tres ferrocarriles en miniatura que hacían servicio en el recinto de la Exposición estaban remolcados por locomotoras Pacific, fabricadas por la casa alemana Krauss de Leipzig, arrastrando un total de doce vagones. Las dos primeras en llegar fueron bautizadas con los nombres de Nuria y Montserrat y la tercera, que llegó más tarde, recibió el nombre de Barcelona.
Estos trenes no eran los primeros en viajar por los terrenos de la Exposición.
Dos locomotoras, bautizadas con los nombres de Cataluña y Barcelona, se habían encargado de realizar los transportes de materiales para tan magna obra en una línea que recorría los dificultosos terrenos de la Exposición, ayudadas por coches con tracción de sangre en ramales auxiliares.
(Ver Spanish Railway- Trenes de la Exposición de Barcelona )

Resultaría muy interesante saber si parte de la línea de obras o su recorrido se conservó o utilizó posteriormente para el tren miniatura.



En abril de 1930, Pathé Journal de París anunciaba que había empezado a impresionar en filme sonoro las cascadas y fuentes de Montjuïc además del ferrocarril en miniatura. La grabación del tren ha llegado hasta nuestros días gracias a una copia de la subsidiaria británica de la casa francesa, British Pathé.
La película intenta dar un cierto aire cómico al tren, empezando por el apodo de “Bill” que no tenía. En la filmación, observamos claramente el nombre de Montserrat en la locomotora. Asimismo, la cinta incluye en uno de los intertítulos la frase ” (Barcelona) Where the nuts come from”, dirigida evidentemente al público británico.
Desde el puerto de Barcelona se exportaban avellanas al Reino Unido, conocidas también como “Barcelona nuts” y la frase que aparece en la filmación proviene del estribillo de una canción de music hall popularizada a principios del siglo XX, “Mona from Barcelona”.
Es muy posible que “nuts” haga también referencia a otro sentido de la palabra: “loco”.

Una vez acabada la exposición, el ferrocarril en miniatura fue desmontado y utilizado en otras exposiciones y actos.

Información adicional sobre el recorrido del ferrocarril en miniatura y los vestigios que aún existen en la montaña de Montjuïc:
EL TRENET DE L’EXPOSICIÓ DE 1929. Muntanya de Montjuïc (1929-1930)
Movilidad vertical: Ascensores
Aunque los ascensores panorámicos no eran una novedad en Barcelona (el monumento a Colón, por ejemplo, ya había tenido uno hidráulico), el instalado en la Torre Asland gozó de especial popularidad.

Gracias a él, además, disponemos actualmente de excelentes fotos panorámicas en las que la Torre JORBA se alza sobre el Parque de Atracciones de la Foixarda.
La Torre Asland, obra de Francisco Conforts, un arquitecto poco conocido, estaba hecha, según anunciaba la propia Compañía General de Asfaltos y Portland, de cemento – en realidad, hormigón armado- y cristal. Con una altura de 50 metros, permitía a sus visitantes “disfrutar de una vista panorámica incomparable” desde “uno de los puntos dominantes de la Exposición”.

Estaba coronada con un potente reflector capaz de dar vueltas a modo de faro, complementando de manera espectacular la esfera de luz en lo alto de la Torre Jorba.




Con un “ingenioso” ascensor se accedía rápidamente a una atalaya de forma triangular, observable en las fotos, que gozaba de una panorámica excepcional.
Aunque otras formas de movilidad en la exposición requerían del pago de un billete, parece ser que el ascensor Asland era gratuito.

La parte baja de la torre contaba con dos relieves del escultor madrileño Ángel Ferrant, que con el tiempo se convertiría en uno de los escultores vanguardistas más importantes del país. Ferrant se había trasladado a Barcelona en 1920 para trabajar como profesor , desplegando en la ciudad una cierta actividad artística y presentándose a varios concursos, entre ellos uno para el grupo escultórico de la plaça de Catalunya, que fue rechazado.
Para Asland, realizó dos relieves en aluminio representando a dos trabajadores, de los que desgraciadamente solo quedan sendas fotografías en el Fondo Ángel Ferrant en Valladolid. El escultor también creó otro relieve para el pabellón de la ciudad de Barcelona y recibió un premio por su ” Objeto conmemorativo de la construcción”, de metal y hecho en colaboración con “ARTISTAS REUNIDOS DE BARCELONA”.
En la parte baja del cuerpo de la torre se observan también dos esculturas, probablemente de tema laboral, de las cuales desconocemos la autoría.
La Torre Asland, con su aire futurista, fue merecedora de un “Gran Premio de Honor” de la exposición.

La movilidad vertical estaba también presente en los ascensores del Palacio Nacional , de pago y construídos por la casa Ascensores y Aplicaciones Industriales S. A.
Los encontramos además en la Casa de la Prensa, en el Estadi y en el mismo parque de atracciones.
Lejos quedaban ya los orígenes de estas cajas móviles para mercancías y géneros. Placer y tecnología se unían para dar una nueva dimensión a la diversión mecánica en el recinto de la exposición.
NOTA: Este artículo se encuentra en permanente proceso de elaboración.
Apreciado autor, o apreciada autora, de esta página web: en primer lugar, le felicito por su obra, tan interesante, bien redactada y muy bien documentada. Y en segundo lugar, quiero hacerle una consulta. Estoy redactando la biografía de Ferran Cuito Canals, el ingeniero industrial que, junto a Antoni Homs Ferrés, fue el encargado de organizar todo el sistema de transportes de la Exposición de 1929. Cuito, en particular, gestionó la cuestión de los electrocars de los que usted habla (e ilustra) en esta página de su web barcinogramas. He visto que usted da la noticia de que esos electrocars fueron construidos en la empresa de Vicente Ribas, de Manresa, y en su página aparece también una fotografía que lleva el pie “Electrocars. Arxiu Vicente Ribas”.
Pues bien, me gustaría tener más información sobre ese archivo Vicente Ribas, y sobre esa empresa, para lo cual quisiera ponerme en contacto con usted, por ejemplo a través de mi correo electrónico maurici.roig@gmail.com. Muchas gracias por anticipado.
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Hola Maurici y gracias por sus palabras. Déjeme que me lo mire y ya le contactaré via email.
María José González
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Muchas gracias, quedo a la espera de sus noticias.
Saludos cordiales.
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Felicidades, María José. Soy guía de Barcelona y hago visitas guiadas sobre la Expo29. He encontrado en esta web información y fotografías inéditas a pesar de haber estado durante meses en los archivos de la ciudad recabando información. Saludos cordiales.
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Hola Manuel y gracias por tu comentario. La verdad es que salió un buen artículo muy completo aunque todavía falta añadir algunas cosas muy interesantes. Saludos.
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